La ecografía (a secas) es una prueba usada inicialmente para el diagnóstico. Basada en el uso de ultrasonidos tiene el mismo principio que el sonar de un submarino o el oído de los murciélagos y cetáceos.
Si observamos la etimología de la palabra, eco y grafía (ambas procedentes del griego), podemos decir que es la escritura del eco, la representación del eco.
Los ecógrafos tienen una especie de micrófono (transductor) que emite unos ultrasonidos (sonidos con una frecuencia no captada por el oido humano). Los sonidos se reflejan (producen eco) de forma distinta en cada tipo de tejido del cuerpo.
El transductor, además de emitir, recibe estos “ecos” y el ordenador del ecógrafo los procesa de forma que se proyecta una imagen en pantalla.
Como los ultrasonidos se propagan mal por el aire es necesario impregnar de gel transmisor la zona a explorar. Con el gel los ultrasonidos se propagan correctamente, por este mismo motivo en el caso de la embarazadas también ayuda el líquido amniótico.
Al tratarse de ultrasonidos, que nada tienen que ver con las radiaciones, es una prueba totalmente segura tanto para la mamá como para el bebé.
Aunque la solemos relacionar con el embarazo, es una prueba usada en multitud de disciplinas médicas.